El Priorato de Sant Prim es una posesión del Santo Sepulcro de Palera, situada a unas horita de camino en dirección a Maià de Montcal, en la espesura del bosque, en la frontera entre el Señorío de Palera y el Señorío de Segueró.
Inicialmente se trataba de una pequeña celda en la foresta salvaje, en la “nada” que diríamos hoy día, para que los monjes la usaran para sus ejercicios espirituales y de retiro, o también -a veces- como castigo en las explotaciones rurales y el molino que depende de esta parte del cenobio.
Con el tiempo la obra fué creciendo y sobretodo desde que pasó a la administración de las hermanas del Santo Sepulcro de Palera (la sección femenina del cenobio central) diversificó su producción y se empezó a invertir en la apicultura y el cultivo de plantas medicinales con las que se abastecen las farmacias de muchos monasterios y algunos palacios afortunados de tener personal con tales conocimientos.
El cenobio se sabe que no siempre está habitado, siendo administrado por un ermitaño y a veces algunos de sus familiares que hacen las veces de vigilantes y las tareas básicas de mantenimiento. En él se celebra una lúcida misa en la festividad de Sant Prim (cuyas reliquias se conservan en el altar mayor del Monasterio de Sant Pere de Besalú) y a veces sirve de hospedería cuando los peregrinos que llegan al Santo Sepulcro de Palera saturan el lugar.
Colgado encima del altar se halla el Got de Sant Ferriol, una pequeña reliquia del santo local, que se dice que era la jarra con la que bebía con sus amigos bandidos antes y después de cambiar de vocación, y que por ello sus antiguos compañeros lo asesinaron y martirizaron. En ocasiones excepcionales de guerras o de epidemias, algunas veces al Barón de Sales o al los Señores de Palera se le permite beber vino de misa de tal apero sagrado, para obtener el favor de Sant Ferriol y el beneplácito de Sant Prim.
Cuando uno se aloja por una pequeña temporada en este espacio sagrado, en recogimiento sincero y tranquilidad, se da cuenta del profundo significado de la expresión “Pax et bonum”, con que suelen saludarse los religiosos y las religiosas.
