También conocido por: Alou de Sant Llàtzer, Burg de Sant Llàtzer, o la Cellera nova.
Origen
En el año de Nuestro Señor de 1222 se oyó el Grito de Dios según algunos, entre los terribles temblores de tierra que en ese funesto Octubre sacudieron las tierras del Condado de Besalú y aledaños, enseñándose especialmente en las baronías de Sales, Santa Pau i Navata.
Los Horrores de tal desgracia están relatados en diferentes crónicas y no nos vamos a extender aquí en ello. Fué realmente un golpe muy duro, muchas personas perdieron la vida y a parte de causar una cantidad hasta ahora desconocida de huérfanos, también se arruinaron innumerables familias, perdiendo sus animales o viendo devastadas, anegadas o hundidas sus tierras.
Por todo ello, en Montpalau, una N’Elvira de Pontós muy activa con la ayuda de su hijo y la esposa de éste, cuando aún no había pasado un mes de la desgracia ordenaron la construcción urgente de un hospital de campaña para atender a todas las víctimas del terremoto, en los territorios del Pla de Tapioles que posee la familia como alou reial. Dicho lugar es un enclave prácticamente equidistante de Argelaguer (Montpalau), Tortellà (Bellpuig), Sant Jaume de Llierca (Montagut) y la propia Montagut. La iniciativa pronto recibió total apoyo de la nobleza local así como de los principales líderes de la extinta Confraria de Sant Galderic, volcándose todos en la ayuda a tal iniciativa humanitaria, que contó incluso (en sus primeros tiempos) con la protección y custodia de hermanas de l’Orde de l’Atxa, de la insigne ciudad de Tortosa.
Desarrollo
De repente, este pequeño territorio sobretodo de pasto y algún que otro bosquecillo, regado por el curso vertical del río Llierca que va a desguazar en el Fluvià, empezó a hervir de personas, animales y diferentes construcciones que crecían como antaño los bosques de chopos y las albaredas.
No solo el edificio del hospital tomó importancia, sino que también una pequeña capilla de Sant Llàtzer que se bastió primero con la aportación personal conjunta del abad de Sant Sepulcre de Palera, En Climent de Guixà i el consejero del barón N’Udalrich de Torralles-Palafolls.
En el mes de diciembre del mismo año del desgraciado terremoto se hizo evidente que el hospital y las obras aledañas necesitaban de alguien capaz que se hiciera cargo para más tiempo del que podía N’Elvira de Montpalau así que junto con su hijo En Pere Ramon designaron a un capataz y batlle en la persona del aloer Damià de Hostalnou para hacerse cargo de la gestión en general del entonces llamado Alou de Sant Llàtzer.
Cada vez eran más las chozas alrededor del tosco primer edificio del hospital y de la capilla, así como pequeños servicios y estructuras organizadas. Desposeídos de todas las partes de las dos baronías (Sales y Montagut) hallaban refugio, cobijo y un motivo para continuar sus vidas en un nuevo hogar.

La Obra
En enero de 1223, mientras el cauce de nuevos habitantes aumentaba sin parangón, tras una inversión caritativa muy importante efectuada por diversos señores de la zona, tras visitar el lugar para informarse de la situación, se decidió fundar una institución específica, la “Obra de Sant Llatzer para la acogida y el resarcimiento de las víctimas del Terremoto”.
Las fundadoras fueron las damas N’Elvira de Pontos,N’Ermerganda de Juvinyà, y las baronesas Na Garidaina de Sales y N’Agata de Montagut. Se decidió que la Obra será coordinada por una Junta (compuesta de momento por las fundadoras) y se encargaría de organizar todos los servicios así como de ir ubicando a los refugiados que llegaban sin nada, para darles un techo y sobretodo una función acorde con su oficio o clase social, para evitar conflictos y para que la comunidad pudiera crecer sin conflictos. Para la gerencia la Junta designó solidariamente a la batllesa Mayasenda Milans y al capataz-batlle Damià d’Hostalnou, quien es el que controla más directamente el día a día y la acción sobre el territorio bajo cierta supervisión de la primera
La carta de Franquesa
En Septiembre del mismo 1223 (malas lenguas comentan que, precisamente, en el momento en que comenzaba a descender la llegada de refugiados), el noble En Pere Ramon de Montpalau proclamó la “carta de Franquesa” para el núcleo de l’Alou de Sant Llatzer, en concreto la “Cellera” alrededor la capilla (que tras varias donaciones ya empieza a tener apariencia de ermita o iglesuela).
Con este acto, más allá de la Obra, el poblado de chozas (y ya no tan chozas) adquiría entidad jurídica propia. En un inicio, En Pere Ramon decretó exención de impuestos para cualquiera que se estableciera en la aldea (teniendo que rectificar al año siguiente para reducirlo únicamente a las personas perjudicadas con el terremoto y sus réplicas, puesto que el propio barón y muchos valvasores más o menos vecinos montaron en cólera).
Actualidad
En Enero de 1224, el lugar seguía creciendo a un ritmo calmo e imparable, tanto que entre los lugareños ya no se le llama “Alou” de Sant Llàtzer, sinó “Burg”, en el sentido de villa nueva. De hecho, el asentamiento ya disponía de una muralla de madera incompleta bastante artesanal, iglesia, hospital, herrería, graneros e incluso un pequeño edificio, al que llaman “la Curieta” que hace las veces de archivo, centro de reuniones de la Junta de la Obra, espacio de resolución/medio de pleitos y local para asambleas.
En Febrero la aldea fué atacada inesperadamente por unos incontrolados. Unos encapuchados malolientes que en su momento no pudieron ser identificados, pero que se sospecha podría ser una especie de banda o reunión de purria que se hacen llamar los hermanos del puño de Dios, que se dedica a espantar pedigüeños, vagabundos y desplazados con pocos recursos y ha hecho algún que otro asalto a eclesiásticos o alers ricos indefensos.
Esta panda de macarras vapulearon a todo aquel al que encontraron, hasta que los mozos del transportista Baldiri Pugiula se les encararon. Por ende una intrépida N’Estel de Montpalau los embistió con su yegua a la carga por el flanco, ante la desesperación del capataz-batlle Damia d’Hostalnou y el capitán Sadurni Colldejou.
Del ataque cabe destacar el incendio de parte de la iglesia y los golpes recibidos por la gente que tuvo la mala suerte de hacer frente sin arma a esos desgraciados.
El suceso provocó que finalmente la Junta se reuniera en Abril, y a propuesta de Damià, decidiera invertir en la seguridad del establecimiento: reparando la iglesia, acabando de cerrar la muralla, y proyectando la creación de una agrupación defensiva formada por los cabezas de familia del lugar, un somatén de contrada, que será capitaneado por el aloer Llorenç Avellaner, veterano de la Compañía de la Calma que actuó con cierta eficacia durante la guerra de N’Ademar el Maldito hace más de diez años.